Yo, era un mujeriego desenfrenado y casi obsesivo, era mi reto, mi juego, toda mujer que me gustaba tenía que estar conmigo, no importa cómo, yo conseguía seducirlas, incluso mintiendo y haciéndolo bien, que mis ojos no muestren mi engaño, total, me decía a mí mismo, yo no quiero a esta mujer para siempre, solo quiero que esa mujer se entregue por completo a mí, que con su cuerpo sacie mi soberbia y placer, finalmente, habiendo obtenido lo que quería terminaba con la relación por las buenas, es decir sin discutir, buscando algo mal en ellas, de esa manera yo no dañaba mi reputación y me permitía seguir cazando, una mujer tras otra, llegué a perder la cuenta, llegué a tener una enamorada en cada lugar al que iba, de pronto un día conocí a Wendy…
En realidad no la conocí, ya la conocía, pero jamás me quedé a solas con ella, y ese día, terminábamos un trabajo de la universidad en casa, y ella se quedó hasta lo último conmigo, estando a solas, recuerdo que discutimos…
- Ya es tarde, dejemos este trabajo para mañana – dije yo muy cansado.
- No, Jhon, ni hablar, tenemos que terminar ahora – dijo Wendy muy preocupada.
- Está bien – contesté resignado.
La escuchaba hablar, y su voz me empezó a hacerme reír, sentí con fuerza su compañía, me di cuenta que no me aburría con ella, que podían pasar las horas a su lado sin que me dé cuenta, eso me preocupó, esta vez era el corazón el que me decía algo que yo aún no conocía hasta ese día, continuamos haciendo el trabajo hasta que los rayos del sol tocaron la ventana le dije que debíamos ir a la universidad, me preparó mi desayuno mientras yo me vestía y ella tomó una ducha, a las 7 de la mañana salimos juntos rumbo a la universidad.
Después de las clases, la encontré otra vez sola, la saludé como acostumbraba, pero tenía curiosidad por ella, por entender lo que me había hecho sentir, hablamos durante un largo rato, otra vez era ella quien me hacía sentir completo, ella volvió a sonreír y recordé su mirada, su ternura reflejada en ella, me quedé casi paralizado, por primera vez mi mirada no iba en dirección de su cuerpo, mi mirada iba a sus ojos a tal punto que sentía que podría quedarme por siglos viéndolos, preciosa, decidí conocerla mejor, dedicar más tiempo a ella y tal vez, me dije, podría ser una más para mi colección de mujeres, pero cuando trataba de seducirla, sentía mis propias mentiras, y sentía que no podía engañarla, que no podía incluso tocarla, sentía como si ella fuera el cristal que quiero que permanezca reluciente, ese que me gusta tanto por su brillo que no deseo tocarlo para que no se empañe, mi corazón latía intensamente a su lado, mis intenciones buscan que ella se enamore de mí, de mi realidad, no de aquel común dibujo que yo les hacía de mi a otras mujeres…
Salimos un día, le digo que la amo, que es el amor de mi vida, que no he sentido eso por nadie, que una mañana desperté solo y desee tenerla a mi lado y que eso sería suficiente razón para salir adelante por ella…
Tomo su mano y le cuento la verdad de quien soy, ella continua en silencio, aparentemente ella no me dirá nada, por fin, nos quedamos otra vez mirándonos a los ojos…
- ¿Cómo fue que paso eso? – dijo Wendy consternada.
- No lo sé – dije yo entendiendo que su respuesta era negativa.
- Yo estoy comprometida, ¿no lo sabias?
Quedé en silencio, sin que decirle, con dolor en el pecho como nunca he sentido, con un ardor en la garganta tan fuerte que las lágrimas se me escapan, es lo más difícil que me ha tocado escuchar de ella.
- ¿por qué te enamoraste de mí? – dijo ella aparentemente preocupada por mí.
Me quedé en silencio un rato, en realidad no estaba muy seguro de lo que le iba a decir, es que yo amaba todo lo que ella era, pensé para mis adentros: ¿y si es un capricho?, ¿Por qué no la seduje como sé seducir a las mujeres?; y me criticaba a mí mismo por no haber hecho con ella lo que hice con otras, sabiendo que corría el riesgo de perderla, sabiendo que a ella la amo, por otro lado me dolía también porque iba a ser la primera mujer que me rechaza, y eso jamás me había pasado…
- Me gusta tu personalidad, la forma única como te comportas, como eres, esa vitalidad y fuerza que tienes, tus ganas de salir adelante, tu inteligencia, tu vanidad, tu locura por vivir la vida intensamente pero siempre con tus reglas, todo eso amo de ti – le dije toda la verdad, ni una palabra falsa, quedé en silencio, al terminar.
Ella me miró sorprendida, tal vez no sabía ni que decirme, tal vez lo sabía pero no lo decía por que no encontraba las palabras o tal vez no quería partirme el corazón a pedazos…
- Lo que sientes por mi creo que es algo que no has sentido jamás por alguien , sé que me quieres, no sé cuánto ni hasta qué extremo pero me quieres, a tu manera claro, tal vez sientes algo de respeto por mí, pienso que tus razones tendrás para mantenerte distanciado de mí, no estoy segura de que es en realidad lo que sientes por mí pero algo si sé, y es que tal vez me quieres como nadie jamás algún día me va a querer, y por eso te agradezco mucho, pero ahora no estoy interesada.
Me dolió en el alma su respuesta, sobre todo por pensar que era otro el que tomaba la única mujer de la que yo me iba a enamorar, aun sabiendo lo que yo sentía por ella, recuerdo que después de la cita lloré largas horas, lloré por mi vanidad, porque había perdido, porque la amaba, porque mi reputación había quedado destruida, y tantos sentimientos mezclados que no podía aguantarlo…
Después de ese día empecé a ver a las mujeres de otra forma, hermosas, inteligentes y humanas, sobre todo eso, comprendí que cuando un hombre enamora a una mujer se pone una gran responsabilidad encima y eso es el respeto, el respeto de que esa mujer va a ser madre y como tal tiene un valor incalculable, veía a mis hermanas cuando veía a las mujeres, cuidándolas, protegiéndolas, olvidé el maldito cobarde que era antes y respeté a todas las futuras mujeres hasta que terminé mi carrera y me convertí en un profesional…
Era de tarde, caminaba alegremente por un parque puesto que mi jefe me había ascendido, de pronto, una mirada se cruzó conmigo y llamó mi atención, volteé la cabeza para ver de quien se trataba y la vi, era ella, me sorprendió ver que ella también volteó a mirarme.
- Wendy , ¿Cómo estás?- dije muy emocionado
- No tan bien como tú – dijo ella acomodando su cabello y entristeciendo sus ojos.
Caminamos un rato por el parque, otra vez casi sin hablar y mirándonos por ratos a los ojos.
- Me casé, con mi novio, gran error de mi vida, me dejó y quedé embarazada, desde entonces mi hijo es la principal razón de mi vida- dijo Wendy muy triste.
Me contagió su tristeza, al punto de querer llorar, nos sentamos en una banca y hablamos, por largo rato.
- ¿Cómo se llama tu hijo? – le dije
- Se llama Jhon – dijo ella sonrojándose y llevando su mirada a la mía.
- No bromees conmigo.
- No bromeo, es en serio, le puse de nombre Jhon.
- Y, ¿Qué sabe el niño de su padre?
- Nada, le dije que salió de viaje y hasta ahora no regresa.
- ¿Cuántos años tiene?
- Tiene cinco años
La miré a los ojos y vi que miraba mis labios, sin pensarlo un segundo me lancé a su boca, el beso más romántico que he dado, como si mi corazón con cada latido me llevara a hacerlo, la abracé con todas mis fuerzas y no me di cuenta pero mis lágrimas cayeron mientras la besaba, al separarse nuestros labios fue casi un sueño ver que ella también había llorado, y que tal vez también había sentido lo que yo y fue tan hermoso que casi pareció celestial.
- Te amo Jhon, - dijo Wendy – siempre te amé, pero no podía dejar a mi novio en ese momento, pensé que no te importaba en lo más mínimo, ahora entiendo que si me amabas y que fui una tonta al dejarte ir.
- No Wendy, no pienses eso, - dije yo, mientras me secaba las lágrimas - yo estoy dispuesto a todo por ti, y si deseas yo puedo ser padre de tu hijo y tu esposo para siempre, porque te amo, y a pesar de haber pasado cinco años sin vernos mi amor se ha fortalecido por que es verdadero.
Finalmente abrazados en ese parque tomé para mi esa gran responsabilidad, ser padre y esposo, por amor, recordando que la mujer que me cambió y me hizo madurar es la misma con la que compartiré mi vida.
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