Italia volvió su atención a la costa oriental africana. Sin embargo, tuvo que reconocer con descorazonamiento que las regiones más valiosas ya habían sido reivindicadas por otras potencias. Lo único que quedaba era la desolada costa de Somalia que se extendía durante 2000 kilómetros frente al océano índico, y otra región desértica, llamada eritrea, a orillas del mar rojo. Sin embargo, mejor era esto que nada. Una compañía italiana pidió una concesión al sultán de Zanzíbar. Cuando la compañía se hubo establecido en el país, el gobierno italiano se hizo cargo de la administración de la zona. Así Italia tuvo que satisfacer sus ansias imperiales con dos fajas de costa árida y desierto que se convirtieron en una fuente de gastos anuales para el tesoro italiano.
No obstante quedaba la posibilidad de ampliar estas conquistas hacia el interior. Bordeando con estas dos colonias costeras se extendía una región llamada abisinia (conocida también por el nombre de etiopia) regida por un emperador indígena que ostentaba el título de NEGUS (palabra que significaba rey de reyes). Los abisinios eran de raza canútica, de religión cristiana y su lengua era el amhárico. Los franceses intentaban obtener una concesión que les permitiese construir un ferrocarril en abisinia. Cuando los italianos iniciaron su penetración, los franceses persuadieron al NEGUS para que denunciase el pacto que había firmado con Italia. Esto sirvió a los italianos de pretexto para invadir etiopia partiendo de Somalia (1896). No obstante, los italianos no contaban con que el ejército abisinio había sido equipado y adiestrado por los franceses. Ante el pasmo de todo el mundo, y especialmente de los italianos, el ejército invasor fue totalmente derrotado en la batalla de Adowa. Los italianos se retiraron entonces de etiopia.
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